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Adolfina Mejia
octubre 25, 2022
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Por: Emilia Santos Frias
El secreto para tener buena salud es que el cuerpo se agite y que la mente repose, afirmaba el millonario comerciante Vincent Voiture. Esto significa que, si bien es muy bueno en nuestra cotidianidad, hacer actividad física, laboral…, también es sumamente necesario descansar para alcanzar y gozar de bienestar bio psico y social.
Al tomar esta deducción y analizar la situación que viven diariamente las personas que padecen enfermedades catastrófica, y por tanto, familiares se encargan de su cuido; generalmente, las hijas, esposas, nietas y las madres, pues, en una sociedad como la nuestra, la imposición de roles en el ámbito familiar y laboral, continua subyugando a la mujer, nos preguntamos ¿quién vela por la salud física y mental de la persona que cuida con esmero, sacrificios, sudor y lagrima a su pariente postrado o no, a consecuencia de una enfermedad de alto costo y complejidad?
El trabajo puede ser estresante y abrumador. Como bien indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades catastróficas han aumentado de manera continua y representan un gran desafío en el mundo. Estas son de progresión lenta y en algunos casos no existe curación, por eso, deterioran la salud, tal es el caso del cáncer, la diabetes, los accidentes cerebrovasculares, las cardiopatías y la insuficiencia renal crónica.
Estas enfermedades crónicas, no solo impactan desfavorablemente la economía familiar, por el alto gasto de bolsillo en medicamentos y servicios médicos; equivalente según la OMS, a más del 40 por ciento del ingreso del presupuesto de la familia. Esto así, porque, las personas que las padecen deben recibir tratamientos continuos durante largo periodo de tiempo; suma de dinero que casi siempre les afecta y a sus parientes, al no poder enfrentarla económicamente.
Por eso, se les llama de alto costo y catastróficas, pues llevan a la ruina la económica de la familia; la empobrecen, ya que los seguros médicos no las cubren 100%. Mientras la humanidad se expone a estrés financiero y ve desmejorada su salud, también se enfrenta en ocasiones, a la deshumanización del personal médico y de salud; a carencias en la calidad y calidez de los servicios que demanda. Por ello, la OMS, afirma que, constituyen la principal causa de mortalidad en el mundo, y que hoy, siete de cada 10 muertes han sido provocadas por estas.
Ante este infortunio debemos ser más empáticos-as con la persona que cuida a la que está enferma. Al tiempo que representa un gran acto de amor, también “es un trabajo duro, que puede ser muy exigente física y emocionalmente”, donde quien atiende llega incluso, a ignorar sus propias necesidades por centrarse en las ajenas; a presentar agotamiento físico y emocional, como el estrés del cuidador, que se expresa cuando la persona se siente abrumada, sola, aislada o abandonada por los demás integrantes de la familia.
También, cuando duerme poco, pierde o gana mucho peso; se mantiene cansada, pierde interés en actividades que solía disfrutar; se irrita o enoja fácilmente; siente preocupación o tristeza con frecuencia; mantiene constantes dolores de cabeza o corporales y desarrolla comportamientos poco saludables como fumar o beber demasiado alcohol. La ayuda profesional siempre es lo recomendado, al sentirse abrumado, soledad, ansiedad, culpa, miedo, rabia…
La persona que cuida, al realizar este solidario trabajo, que llena el alma, cuando se hace de forma altruista, sin imposición, ni abusos de familiares, siente gratificación; estrecha sus alianzas los seres queridos, y generalmente, sin capacitación alguna, de la enfermedad que padece su pariente, hace grandes esfuerzos para desde el cuidado compensar al enfermo en sus tareas de salud diarias, actividades y decisiones familiares.
Por eso es necesario, que todos los miembros de la familia se articulen, se organicen y compartan el cuidado de quien sufre, tomando descansos entre sí, para no desgastarnos. Alimentándose correctamente, al tiempo que buscan alternativas que garanticen preservar la salud física y mental de todos sus integrantes, entre estas, el apoyo emocional. Como afirmaba el filósofo moralista, Henri Frédéric Amiel: ”Tu cuerpo es templo de la naturaleza y del espíritu divino. Consérvalo sano, respétalo, estúdialo y concédele sus derechos”. ¡Cuidemos al que cuida!.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
La autora reside en Santo Domingo
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