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Adolfina Mejia
enero 01, 2025
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Por: Emiliano Reyes Espejo
ere.prensa@gmail.com
Pasearse por las amplias avenidas de la ciudad de Washington, la capital de la más grande potencia económica, política y militar del mundo, Estados Unidos, suele ser “un sueño no soñado”, una vivencia lúdica, placentera, una realidad poco común para cualquier ciudadano -sobre todo si éste procede de un pequeño país del Caribe-.
Toda una aventura. Y mucho mejor si esa experiencia uno la vive junto a un grupo de colegas dotados de gran sentido del humor y de la “chercha” elegante. En dos afortunadas oportunidades visité a esta ciudad para actividades académicas, específicamente a seminarios sobre comunicación que se impartían en la prestigiosa Universidad de Washington.
Iba a esta reputada academia invitado por un buen amigo, ido a destiempo, Leo Hernández, el estimado e inolvidable Pipigua (e.p.d.). Leo organizaba a grupos de periodistas, relacionadores públicos, locutores, políticos y otros comunicadores para asistir a estas actividades de formación que realizaba cada año este prestigioso recinto universitario dirigido a profesionales de América Latina y el Caribe.
En el primer viaje a Leo se le dificulta irme a buscar al Aeropuerto y tuve que contratar a un taxi para que me llevara al hotel. En el trayecto el taxista me preguntó en el idioma inglés sobre mi procedencia (tremendo lío), que de dónde yo era, lo entendí un poco y contesté con un inglés machacado:
-“I come from Santo Domingo, Dominican Republic, the land of Sammy Sosa…”
– ¡Ahh! Punta Cana, Punta Cana, ¡beautiful, beautiful!, comentó el taxista. Su respuesta me alegró bastante porque me di cuenta que éste hablaba un español entendible, mientras yo apenas conocía un poco de inglés.
En el trayecto al hotel disfruté de la extraordinaria ciudad que lleva el nombre del primer presidente de Estados Unidos, George Washington, oficialmente denominada Distrito de Columbia, capital federal de los Estados Unidos de América. Wikipedia señala que Washington “se administra como distrito federal, una entidad diferente a los cincuenta estados que componen dicha nación, que depende directamente del Gobierno Federal”.
“La ciudad de Washington –oficializada en 1791 dentro del Distrito de Columbia- nació como una ciudad planificada, y fue desarrollada a finales del siglo XVIII para servir como la capital nacional permanente, después de que diversas localidades pudieron ostentar dicha posición desde la independencia del país, en 1776; en tanto, el distrito federal fue formado para marcar la diferencia entre la capital nacional y los estados”.
El arquitecto francés Pierre Charles L´Enfant trazó el primer esquema de esta ciudad en el estilo neoclásico y en su plan contempló “amplias avenidas, en las cuales las calles principales desembocaban en grandes rotondas, proporcionando vistas de importantes monumentos”.
Pero de manera muy peculiar, el fenecido colega Leo Hernández me narró que el centro de aquella inmensa y hermosa ciudad era ocupado por habitantes negros, los cuales eran sus primeros pobladores. Pero ocurrió que convertida luego en la capital de Estados Unidos, planificadores urbanísticos y estrategas del gobierno trazaron la meta de sacar de allí a los habitantes de color.
Para ejecutar dicho plan, según nos comunicó Hernández, los proyectistas de la ciudad compraron a los negros las propiedades inmobiliarias (casas y otros inmuebles) con la promesa de venderles en los nuevos proyectos que se construyan en el lugar, pero estos tenían un valor tan elevado que la mayoría de los dueños originarios no tenían recursos con qué adquirir viviendas en los nuevos y suntuosos inmuebles.
fabulosa artista y mujer. Pocos imaginan, sin embargo, el nivel de penetración que tiene esta extraordinaria exponente de nuestra música típica, el merengue de la güira, la tambora y el acordeón.
Manuela Josefa Cabrera Taveras, mejor conocida como Fefita, es oriunda del municipio San Ignacio de Sabaneta, provincia Santiago Rodríguez. Y según las crónicas periodísticas más recientes, “es la primera mujer exponente de República Dominicana en internacionalizar el merengue típico, llevándolo a Estados Unidos y Europa”.
mujer negra, se casó con un puertorriqueño que era un fanático de “la vieja Fefa” y que éste no solo escuchaba la música de la merenguera, sino que también los bailaba, y que, de paso, enseñó a la familia a bailar estos contagiosos ritmos nacidos de las entrañas del pueblo dominicano.
Por alguna razón la UNESCO optó por declarar este picante y contagioso ritmo tropical como “patrimonio inmaterial de la humanidad”, y los dominicanos, orondos, nos orgullecemos que Fefita la Grande haya contribuido a esta designación. Enhorabuena.
*El autor es periodista.
Pero de manera muy peculiar, el fenecido colega Leo Hernández me narró que el centro de aquella inmensa y hermosa ciudad era ocupado por habitantes negros, los cuales eran sus primeros pobladores. Pero ocurrió que convertida luego en la capital de Estados Unidos, planificadores urbanísticos y estrategas del gobierno trazaron la meta de sacar de allí a los habitantes de color.
Para ejecutar dicho plan, según nos comunicó Hernández, los proyectistas de la ciudad compraron a los negros las propiedades inmobiliarias (casas y otros inmuebles) con la promesa de venderles en los nuevos proyectos que se construyan en el lugar, pero estos tenían un valor tan elevado que la mayoría de los dueños originarios no tenían recursos con qué adquirir viviendas en los nuevos y suntuosos inmuebles.
fabulosa artista y mujer. Pocos imaginan, sin embargo, el nivel de penetración que tiene esta extraordinaria exponente de nuestra música típica, el merengue de la güira, la tambora y el acordeón.
Manuela Josefa Cabrera Taveras, mejor conocida como Fefita, es oriunda del municipio San Ignacio de Sabaneta, provincia Santiago Rodríguez. Y según las crónicas periodísticas más recientes, “es la primera mujer exponente de República Dominicana en internacionalizar el merengue típico, llevándolo a Estados Unidos y Europa”.
mujer negra, se casó con un puertorriqueño que era un fanático de “la vieja Fefa” y que éste no solo escuchaba la música de la merenguera, sino que también los bailaba, y que, de paso, enseñó a la familia a bailar estos contagiosos ritmos nacidos de las entrañas del pueblo dominicano.
Por alguna razón la UNESCO optó por declarar este picante y contagioso ritmo tropical como “patrimonio inmaterial de la humanidad”, y los dominicanos, orondos, nos orgullecemos que Fefita la Grande haya contribuido a esta designación. Enhorabuena.
*El autor es periodista.
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